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Autónomo/a o emprendedor/a, todo es un tema de enfoque
Estos dos términos pueden ser similares o fácilmente intercambiables y, sin embargo, dependiendo del enfoque mental con que te acerques (y no del tamaño de tu proyecto o compañía), encajarás más con uno que con otro.
Pero antes, vamos a bucear al diccionario y a buscar definiciones:
Autónomo
Según la definición de significados.com autónomo, aplicado al mundo del trabajo, significa que trabaja por cuenta propia. Por ejemplo: ‘Me echaron del trabajo y me hice autónomo’.
Emprendedor
Según el mismo diccionario, la definición para emprendedor diverge considerablemente.
Emprendedor es aquel que descubre una oportunidad, toma los riesgos económicos y emocionales, y empieza un negocio propio con el fin de obtener ganancias.
El emprendedor se caracteriza por saber identificar y tomar las oportunidades que se le presentan, tener confianza en sí mismo, ser competente, valiente y disciplinado.
El emprendedor también es considerado un líder empresarial, ya que es capaz de crear un plan de negocios exitoso para su producto y a la vez incentivar a otras personas para que sean parte de su proyecto, ya sea invirtiendo capital para el negocio o como capital humano.
De estas dos definiciones podemos inferir que hay grandes diferencias entre un concepto y otro, entendiendo al primero como un acercamiento algo tímido al emprendimiento mientras que el segundo perfil presenta características más de riesgo, de osadía y de innovación.
Ahora bien, cuando nos planteamos trabajar por nuestra cuenta, de alguna manera estamos eligiendo entre estos dos conceptos y esa elección inconsciente marca el techo de hasta dónde nos permitimos llegar.
Me he enfrentado a la disyuntiva de estos conceptos y a lo que influye en tu propio enfoque profesional por cuál te decantes cuando conocí a Marta Recasens Alsina, la CEO de Vade Bike. Ella explica que antes de su emprendimiento con Vade Bike trabajaba en su propio estudio de arquitectura y se consideraba “autónoma” incluso si el estudio estaba conformado por 5 personas. También nos ha explicado que el modo de enfocar tu desarrollo profesional si eres autónomo varía considerablemente si te consideras emprendedor, independiente del tamaño de tu proyecto, lo que en realidad importa es el tamaño de tu propia visión personal y profesional.
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Es por eso que quiero dejaros algunas pistas para dar el salto mental que te impulsa desde trabajar como autónomo a ser un emprendedor/a.
Gastar o invertir
Uno de las primeras diferencias entre ambos enfoques es que los primeros gastan en todo y eso les angustia a la vez que les crea una mente de carencia mientras que los segundos invierten sabiendo que eso implica riesgos necesarios para, en un futuro, conseguir rentabilizar y monetizar.
Re-activo o Pro-activo
Otra característica del emprendedor/a tiene que ver con que, mientras el primero se sienta mentalmente a esperar que le “caigan” los proyectos, el segundo sabe que el único camino sensato es crear él mismo su propio trabajo. Para eso se apoya en la pro-actividad como un hábito diario que le permite estar alerta, conectado y vibrando con lo que pasa alrededor. La reactividad, por el contrario, va de responder a los estímulos que nos llegan. Tengo un proyecto, lo hago. No tengo proyecto, me quedo quieto, me quejo o espero que caiga solo. La reactividad es una actitud pasiva que te apalanca mentalmente mientras que la pro-actividad te mantiene siempre en movimiento e intentando. Entre ambos enfoques, ¿cuál crees que da mejores resultados a largo plazo?
La zona de confort o el riesgo a fracasar
Cuando te defines como autónomo, muy probablemente te definas por algo que sabes hacer, esto es, por una destreza técnica o artística que tienes, que te ha puesto en la situación de ser autónomo. Generalmente te identifica tanto eso que haces y ese tipo de servicio que provees que te costará ampliar tus miras y entender lo que haces como algo que puede ser extrapolable a muchos otros productos o servicios. Para ello es necesario salir de la zona de confort de lo que sabes hacer y tienes por la mano para entrar en las oscuras tinieblas del riesgo que puede llevarte al rotundo y doloroso fracaso, lo que nos lleva al siguiente punto.
Fracasar o aprender
Si mantienes una mente limitada en la idea de “Soy autónomo/a”, el fracaso es lo más parecido a tu criptonita y escaparás de él como de la peste. Si logras trascender tu mentalidad de autónomo/a y te sitúas en la mente del emprendimiento, podrás corroborar que sin fracaso no hay aprendizaje, ni crecimiento, ni avance. Aprender a fracasar, esto es, convertir el fracaso en tu aliado y no en tu enemigo es imprescindible para pasar al siguiente nivel.
Entrenar la mente del emprendimiento y aprender a identificarse con ella te da la posibilidad de trascender esta profesión que haces hoy, que tiene sus límites porque esos límites están simplemente ubicados en el enfoque mental que tienes de ella. Se requiere paciencia para pasar de un tipo de enfoque al otro y sin dudas debes educarte en ello cada día pero vale muchísimo la pena porque el mundo visto desde el emprendimiento es puro poder y osadía con fracasos vestidos de sabios maestros que solo están ahí para señalar el mejor camino.
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